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domingo, 31 de marzo de 2019

Difícil decisión.


Difícil decisión 
Voy caminando por la 9 de Julio, y veo pañuelos verdes, están por todos lados, están en el colegio, en el bar, en fiestas, plazas, reuniones; están en mochilas, muñecas, en el cuello, atados a balcones, árboles, postes, pintados en paredes; están en todos lados.
Llego a casa y no puedo evitar llorar por vos, hermanita, 16 años tenía Caro cuando murió un año atrás por un aborto clandestino. Lo hizo por la desesperación, por el que dirán, el qué dirán de los padres, compañeros, amigas, de la gente al verla con un bebe tan chica. “Tan chica y se arruinó la vida” pensó. Mi familia siempre conservadora, muy religiosa y machista también, ese era lo que preocupaba a Caro, a decepcionarlos.
Ella tomó una decisión, yo era la única que sabía, porque confiaba en mí, pero fui pésima hermana, porque la cuestioné, le dije que había otras maneras, que podía darlo en adopción, pero yo no entendía, no había abierto los ojos todavía. Traté de convencerla, pero no hubo forma, aunque cedí, un poco desconforme.
Dos días después la acompañé a realizarse la interrupción voluntaria del embarazo; llegamos, el lugar era lejos, escondido en la ciudad. La ubicación se la había dado una compañera del colegio, porque sabía que en los hospitales no la iban a aceptar y que las clínicas eran muy costosas, porque era ilegal, y lo sigue siendo. Era una casa de familia, tocamos timbre, nos dijeron que era al fondo; era un galpón, poca luz, había un colchón en el suelo, el lugar no era nada higiénico. Una señora me dijo que esperara afuera, lo hice; paso alrededor de una hora y nada, entonces decidí entrar. Y fue ahí cuando la vi, allí estaba ella, tirada en el suelo, cubierta de sangre, y la mujer encargada de la interrupción junto a ella, a su cuerpo. Cuando me vio, tenía los ojos llorosos, trató de explicarme, pero yo está concentrada en Caro.
Habían “raspado de más”, así me explicó ella. Pero cómo se lo iba a explicar a mis padres, cómo los iba a mirar a la cara y decirle que su hija había quedado embarazada y que decidió abortar, que yo sabía y que había sido cómplice.
Mi mamá la lloró días, meses, y todavía la sigue llorando, como todos. Quieren justicia por su hija, es por eso que ahora voy a las marchas, para que demás mujeres puedan abortar de manera segura y no mueran en clandestinidad, como mi hermana. En Argentina se calcula que entre 460 mil y 600 mil mujeres recurren cada año al aborto clandestino. Lucho por aborto legal, seguro y gratuito. Porque se necesita educación sexual para decidir, anticonceptivos para no abortar y aborto legal para no morir. Lucho y voy a marchas con mi pañuelo verde en la muñeca, porque quiero que cada mujer sea libre de decidir sobre su cuerpo sin prejuicios, porque somos libres. Porque un aborto ilegal es un aborto clandestino. Hoy en día entiendo a Caro, porque “prefiero no ser madre, a ser una mala madre”, [i]como ella lo pensó alguna vez.


[i] Sex education, capítulo 3.

Pía Felici


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